Salir de Madrid y encaminarse hacia ese lugar. Y entonces ocurre. Es llegar a ese lugar y las emociones nos invaden, los recuerdos llegan, una intensa felicidad se apodera de nosotros. Es llegar a ese lugar y decir adiós a las preocupaciones, poder saludar a la tranquilidad. Es llegar a ese lugar y encontrarnos en uno de los rincones más especiales del mundo.
Cada vez que vuelvo allí, recuerdo cómo empezó todo. La primera vez que vi aquel rincón apenas tenía uso de razón, pero en mi memoria guardo aún la sensación que se instauró en mis ojos verdes de niña de cinco años. Era una mañana del mes de agosto cuando llegué con mis padres y mi hermana a una playa idílica. El agua cristalina estaba en calma y el sol brillaba como si de un desierto se tratara. Nos alojaríamos en unos apartamentos de color azul llamados Hawai, para los que no podían haber elegido mejor nombre.
Y entonces, se convirtió en paraíso. Los paseos en bici, las veladas en la arena, los increíbles amaneceres, los desayunos con vistas al mar, las noches de lluvias de estrellas, las tardes de playa interminables. Desde ese día, Benicàssim es para mí y para toda mi familia un destino ideal para el verano. Mucha gente no lo entenderá, pero la magia de un lugar así solo se capta cuando lo vives de verdad.
Ya ha pasado mucho tiempo desde que se convirtió en nuestra residencia estival, han pasado años, vidas, personas que vienen y van, el parque del que disfrutábamos de pequeños dio paso a la piscina y nosotros nos hicimos mayores. Pero Benicàssim siempre permanece, esperándonos con los brazos abiertos, dando la bienvenida a un nuevo verano y, con él, a unos nuevos recuerdos.
Paz Olivares nos ha escrito este bonito relato sobre su relación con Benicàssim. Si quieres que tu historia aparezca en el rincón del benilover escríbenos a info@benicassimparaiso.es.